martes, 1 de marzo de 2016

La tranquilidad. Bernhard ilustrado

Luigi Ghirri, Alpe di Susi Bolzano, dalla serie Topografica-Iconografica, 1979.

“Nunca he visto el mundo más amenazador e hiriente que sobre la cumbre de una montaña. Mientras mi padre decía unas cuantas veces qué tranquilidad reina aquí en la cumbre, una tranquilidad mayestática, decía, en el fondo, no aguantaba ya de pura intranquilidad, porque la intranquilidad está donde se espera la tranquilidad de la forma más grande y absoluta, y él se atormentaba varias veces diciendo que entonces reinaba la mayor tranquilidad, todos estábamos de repente en la mayor tranquilidad, decía, y nos decía si no oíamos que estábamos en la mayor y realmente absoluta tranquilidad, dije; animaba continuamente a mi madre a decir y reconocer que ahora estábamos en la más absoluta tranquilidad y mi madre dijo también unas cuantas veces que estábamos en la mayor y absoluta tranquilidad, qué silencioso, qué tranquilo se está aquí, todo está tranquilo, dijo ella, aquí reina la mayor tranquilidad. Y como yo no fui en seguida de la misma opinión de mis padres, me animaron a decir que allí arriba en la cumbre reinaba una tranquilidad absoluta y  por eso, para poner fin a sus amenazas,  dije también que allí arriba en la cumbre reinaba la mayor tranquilidad, la tranquilidad absoluta (…) Semejante tranquilidad, dijo mi padre varias veces. El viento fue pronto una tormenta, y creímos que nos íbamos a helar allí mismo. De manera que nos apretamos en el rincón de la roca, mirando hacia fuera. La tormenta era una buena señal, dijo mi padre. Sí, dijo mi madre, dije yo.. la subida había durado ocho horas. Mis padres se apretaron uno contra otro en el ángulo de la roca y empezaron a temblar con todo el cuerpo. La tormenta era tan fuerte que apenas entendí lo que dijo mi padre: qué tranquilidad reina aquí. También él estaba totalmente agotado, como mi madre. De mí sólo sé que no sabía cómo había podido seguir siquiera a mis padres. Se quitaron las botas de montaña y estiraron piernas y pies  y se frotaron mutuamente los dedos de los pies. A mí me parecía estar soñando, dije. Desde entonces odio tanto al Ortler. Sin embargo, cada tantos años tenía que ser el Ortler, dije, no sé por qué…"
(Bernhart, Thomas, Reencuentro, Goethe se muere, Alianza Editorial, 87-89)


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