sábado, 23 de mayo de 2015

Jornada de reflexión y de pintura de las paredes de mi cuarto (I)

- El día después de la jornada de reflexión, me he desdicho de todo lo dicho y me he atado una de las dos papeletas zamoranas a la cabeza. Jornada de votación y de pintura de las paredes de mi cuarto (II)
- He votado en todas las elecciones desde 1975 y solo dos veces mi voto ha ido a parar al caballo ganador. Incluso esas dos veces, mi actitud era más negativa que positiva, que diría el otro.  Estaba plenamente convencido de quién era el que quería que no ganara, pero no estaba seguro de quién quería que ganara. Es más, tiendo a no votar a quien se presume va a ganar. Así sigo. Mañana votaré con dudas y esas dudas seguirán vivas después de haber votado. Cuando pasen los meses, habrá motivos que me harán pensar que he hecho bien y otros que me convencerán de lo contrario. La duda es proporcional a lo que pasa en la democracia, un jardín que puede degradarse si no se cuida constantemente. Si no se cuida nada, deja de ser jardín.

- Votar  a los nuevos no me convence. Tiene algo de capricho. Comprar por comprar, deslealtad, sin saber en qué va a dar. Para eso, voto a los mismos que he votado otras veces. Además, son como era yo hace treinta años, , lo veo, lo noto cuando se les escapan ciertos comentarios, ciertas frases de la jerga. Toma democrática del poder. La tele es como el tren que los alemanes pusieron a Lenin para ir a Finlandia, así con inexactitudes y todo, porque Finlandia era el nombre de la estación ferroviaria peterburguesa a la que llegó Lenin antes de lanzar sus Tesis de Abril. Asaltar los cielos, también. Además, estamos en lo de siempre, ellos no son los damnificados de la crisis, son solo los que se solidarizan con los excluidos. Despotismo ilustrado, que lucha denodadamente por empoderarse popularmente. Voluntarismo de creyentes, al cabo. Por último, hay motivos ligados a mis alergias. No me gusta el del pellejo corto, el general mediocre, se embala cuando habla, cree saberlo todo, tener que saberlo todo, ser el más listo, capaz de descifrar el mundo con sus torpes herramientas.

- Llevo toda la semana pintando mi cuarto de trabajo de ocre. El color anterior, un azul desleído, no fue tampoco una verdadera opción, sino una manera de facilitar las cosas al pintor y una renuncia añadir más decisiones a las muchas que implicaba hacer importantes reformas antes de entrar a vivir en un nuevo piso. Dejé que el color de mi cuarto fuera el mismo de la cocina y que el de un pequeño cuarto de plancha que está al lado. Tampoco quise eliminar el estucado, por ahorrar dinero. Ahora, cuando el curso estaba a punto de acabar, me ha entrado un ataque pintor y llevo tres días mareado por los efluvios de esa masa viscosa que prometen que no salpica y que solo se debe aplicar una vez. Mentira muy parcial, como las de los políticos, que han acabado por ser tele vendedores. La lógica de la campaña no es en nada distinta de la del comercio en el que, sin embargo, por lo menos hay asociaciones de usuarios, de consumidores. Entre los votantes desengañados, no cabe recurso a mediadores, a oficinas municipales. Si no quedas satisfecho, te jodes y votas a otros en las próximas elecciones.

- Ayer oí a un niño en el autobús una frase que me encantó, porque denotaba que estaba a punto de aprender el orden de los pronombres personales, una cosa complicada. Dijo: Ya no me se me cae. Se refería a una pistolita de agua amarilla con la que estaba jugando. Se lo decía a su madre. Mientras tanto, su hermana repetía las frases.

viernes, 22 de mayo de 2015

I. Bergman y R. Rossellini (I).

 
En 1949, R. Rossellini viajó  a los Estados Unidos invitado por I. Bergman, que se había quedado fascinada tras ver  Roma, ciudad abierta (1945)(1), y por su marido, Petter Lindstrom, médico. I. Bergman estaba entonces en uno de los mejores momentos de su carrera como gran diva de  Hollywood. Pero ya antes había tenido noticias de Rossellini a través de Robert Capa, el gran fotógrafo de origen húngaro,  del que había sido amante primero y después amiga. Capa le había contado que Rossellini era un hombre fuera de lo común, un genio del cine moderno. Sobre Roma…, la actriz escribió en sus memorias: “Esta película se parece a la realidad. Sería recordada más bien por un film artístico como este que por todos los éxitos que me hacen ganar dinero aquí. ¿No puede Rossellini venir a Hollywood y hacer una película así con alguien como yo?”. La idea que  ella se hizo de Rossellini fue la de un hombre a la altura de su obra: “Sentí que me había enamorado de Rossellini antes de conocerle en persona. Me enamoré de él simplemente viendo su película”. Por otro lado, su matrimonio con Petter Lindstrom estaba en plena crisis: “Petter y yo ya no nos queríamos, pero muchísimos matrimonios son así y perduran. Tenía una hermosa casa y una piscina. Recuerdo un día sentada allí. Las lágrimas empezaron a caer por mis mejillas. ¿Por qué me sentía tan infeliz? Tenía éxito, seguridad, pero no era suficiente. Estaba estallando por dentro” . En 1948, la actriz vio en Nueva York otra de las grandes películas de Rossellini, Paisà (1946). Sus opiniones al respecto nos pueden dar una idea de cómo un público entendido percibía sus películas. Según ella, la obra estaba llena de realismo e simplicidad. Recordemos en este sentido que la actriz se había formado en la austera tradición teatral clip_image002sueca. Por lo que respecta a Roma, ciudad abierta, parece ser la Bergman comparó la dramática escena de la muerte del personaje interpretado por A.  Magnani con el aséptico final de Por quién doblan las campanas  (Sam Wood, 1943. Gary Cooper e I. Bergman), subrayando hasta qué punto las obras de Rossellini carecían de clichés y estereotipos. Tal vez, también, se planteó dar un giro a su carrera. 
Mientras tanto, Rossellini estaba en contacto con el productor americano Selznick para rodar una versión de la vida de Juana de Arco con su amante,  Jennifer Jones, come protagonista. Fue precisamente en casa  del Selznick donde Bergman dijo  che iba a ponerse en contacto con  Rossellini, lo cual hizo a continuación a través de la siguiente misiva: «Estimado Señor Rossellini, he visto con sumo gusto sus películas Roma città aperta y Paisà. Si necesita una actriz sueca che habla inglés muy bien, que no ha olvidado su alemán, apenas se maneja en francés, y en italiano sabe solo decir ti amo, estoy dispuesta a ir a Italia para trabajar con Usted. Ingrid Bergman.» Seguramente, la carta era todo menos una insinuación. Es posible que la actriz participara de buen grado en una iniciativa auspiciada por  los productores de Hollywood para dar un giro a su carrera a través de una película distinta, más de autor que las obras en las que había participado. Lo cierto es que si el proyecto consistía en un mero reciclaje profesional, no solo su trabajo dio un vuelco radical, sino que también lo hizo su vida amorosa.
Fue entonces cuando el matrimonio Bergman Lindstrom invitó Rossellini a  visitarles en los Estados Unidos El director aceptó gustoso y al poco escribió a la actriz con algunos detalles de la película que se proponía rodar con ella. En realidad, parece que lo que quería al principio sobre todo  era obtener financiación de Selznick
Sin embargo, antes de que Rossellini fuera a los Estados Unidos conoció por fin a I. Bergman en París, mientras ella rodaba Atormentada (Under Capricorn, Hitchcock, 1949) y él dirigía La macchina ammazzacattivi.
11209503_10152889847645897_1038936008683902183_n(Fuente de la foto) G. Peck e I. Bergman
Seguirá
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(1) cfr. Spoto, Donald, Notorius. La vida di Ingrid Bergman, T & B editores, 2000. Spoto dice que I. Bergman no sabía nada de cine, excepto sobre el que había sido hecho en Hollywood. Según Spoto fue Joseph Herry Steele, amigo de I. Bergman,quien la llevó a ver la película de Rossellini sobre la resistencia en Roma durante la ocupación nazi. 
(2) La última frase de la actriz en Arco del triunfo, Lewis Milestone,1948.








domingo, 17 de mayo de 2015

Requiebros brutales. ¿Qué se puede hacer con la hija el boticario?

El piropo, 
el piropo es español, 
por si usted no lo sabía, 
el piropo, 
el piropo es una flor, 
de los labios desprendida (Carmen Morell / Pepe Blanco - El Piropo Es Español)

Fotos de la campaña para visibilizar del acoso callejero El piropo también es acoso, de Feminismo Unizar: Escribe la mayor barbaridad que te hayan dicho por la calle

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Con el diccionario Rae en línea a la vista es difícil llamar requiebro a las frases que aparecen en las fotos. El sustantivo requiebro (Dicho o expresión con que se requiebra) remite, en efecto, al verbo requebrar (Lisonjear a una mujer alabando sus atractivos), que, a su vez, remite a lisonjear, ninguna de cuyas tres acepciones (1. adular.; 2. Dar motivo de envanecimiento; 3. Deleitar, agradar) encaja bien con frases como: Guapa te cogía y te follaba o A esta me la follaba!! Al frecuente uso modal desiderativo del imperfecto

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(cogía, follaba), común a las dos frases,  se une el hecho de que la segunda de ellas ni siquiera se dirige a un tú, sino que tiene el aire de la formulación de un vano anhelo que no se osa dirigir a quien lo despierta. Por lo demás, más que alabar a la prójima, los comentarios citados se recrean en la potencia del deseo que consume al emisor, un deseo totalmente cosificador de la destinataria, para más inri, aunque quizá ese te cogía tan emprendedor revele la impotencia de quien sabe que sus posibilidades de ser él el cogido son escasas. Quizá con tanta premura como al interfecto el deseo, a mí me viene la curiosidad de saber a dónde miraba cuando profirió la frasecilla y si la dijo casi para sus adentros, al cuello de su camisa o con la mirada perdida, simplemente intentando honrar la marca celtiberia, también llamada por otros España.

Claro, que también hay quien amaga, pero se retracta por los suelos:

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Aun con todo, debe haber a quien le resulta grato saberse objeto de tan torpe deseo, sobre todo cuando la grosería es menos densa. Así se expresa una, que no parece haberse enterado bien de qué va el asunto

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Y así también avanza la polémica:

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Por mi parte, les cuento que estos carteles del grupo Feminismo Unizar están pegados en la Plaza de San Francisco. Iba a coger yo mismo el tranvía cuando vi acercarse al monumento que está situado en medio del bulevar a una chica muy arreglada, en ropa de jogging. Me llamó la atención el pellizco que dio al pasar al trote a una tirilla de papel, en un gesto que interpreté como de disgusto moderado. Al acercarme vi que el daño hecho al pasquín era mínimo, como si aunque no le pareciera del todo bien la campaña, tampoco juzgara que se merecía una agresión en toda regla.

Otros comentarios:

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