miércoles, 9 de abril de 2014

9 de abril de 1821, el día que nació el poeta. Baudelaire, of course.

Recojo las entradas dedicadas a Baudelaire publicadas en este blog:
1.
Contra Baudelaire, prevaricador ocasional.
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Si Baudelaire tuviera, como los dioses de las religiones politeístas, un atributo que sintetizara su característica más notable, sería quizá una farol. No la lámpara de Diógenes, buscador de esencias, sino un flexo en su habitación y una turbia farola parisina por la calle. Baudelaire como Diógenes padece de desazón profunda, pero no busca un centro de gravedad permanente, al que casi ha renunciado (Je ne passe jamais devant un fétiche de bois, un Bouddha doré, une idole mexicaine sans me dire: C´est peut-être le vrai dieu). Más bien, se entretiene desesperadamente iluminando verdades parciales, emociones intensamente pasajeras. Es un especialista del retrogusto al que poco interesa la explosión de sabores en el paladar. Todo debe ser filtrado antes de saber si vale la pena, todo debe ser traducido a palabras mediante esa fantasque esgrima (Le soleil) en la que se ejercita. Si algo es refractario a esa luz, es mejor callar, que diría el otro.
La mirada de Baudelaire en los autorretratos expresa esa mezcla de avidez y ensimismamiento, curiosidad infinita y rigor máximo en lo que se escoge. Creo es W. Benjamin quien subraya que el París del poeta empieza a ser la ciudad del alumbrado público. Ya no hace falta llevarse a cuestas la lámpara, como Diógenes, para acumular un desengaño tras otro y muy de vez en cuando en cuando descubrir un destello, un bendito detalle de lo real que se convertirá en poema. Lo cierto es que el flâneur auténtico sabe que el paseo reserva desengaños, pero no por ello abandona la caminata, porque sabe también que si se para, se cae, y que además, como el psicoanalista freudiano con su atención dispersa, tarde o temprano acabará por sentir el reclamo de lo significativo. Los ojos de Baudealire serán entonces foco supremo, tendrán, en palabras de Calasso (La Folie Baudelaire, Adelphi, 2008; Anagrama, 2011) la capacità folgorante di percepire ciò che è.
Pero en esa pulsión iluminadora, Baudelaire corre el riesgo de abusar de lo real, de servirse de ello para colocar sus obsesiones, y como un prevaricador proyectar su infinita inquietud. Ese es quizá el sentido del curioso reproche que le hace Jules Renard en su Diario. Si el equilibrio entre lo visto y aquello que por nuestro carácter estamos condenados a ver, entre la variedad de lo real y nuestras fijaciones, se decanta demasiado del lado estas últimas, entonces nos enfrentamos a esa frase lourde, comme chargée de fluides électriques, de Baudelaire (J. Renard, Journal 1887-1910, Actes Sud, 1995, p. 52). Ver lo real, iluminar lo real, no forzarlo  para decir lo que queremos, no someterlo a nuestra neurosis, poética o no:
Baudelaire: “l’âme du vin chantait dans les bouteilles”. C’est bien cette fausse poèsie qui s’occupe de substituer à ce qui existe ce qui n’existe pas. Pour l’artiste, du vin dans une bouteille, c’est  quelque chose de plus vrai et de plus intéressant que l’âme du vin et l’âme d’une bouteille, car il n’y a pas de raison de donner un âme à un objet qui s’en passe fort bien (J. Renard, opus cit., p, 52)
La frase que espanta a Renard es, tal vez,  un ejemplo banal de la tendencia a la verbosidad, entendida más en lo que se refiere a la intensidad de las palabras que a su número, una selecta verborrea intelectual. Pero, pienso que Renard tiene razón, que un exceso de luz ciega y que la salvación, y al tiempo la condena del dandi radica en que acaba por convertir su indumentaria en un uniforme y, de vez en cuando, necesita hacerle un traje a su medida a aquello que tiene más a mano. Todo, con tal de tener razón poética:
La femme est le contraire du Dandy. Donc elle doit faire horreur.
La femme a faim, et elle veut manger ; soif, et elle veut boire.
Elle est en rut, et elle veut être f...
Le beau mérite!
La femme est naturelle, c'est-à-dire abominable.
Aussi est-elle toujours vulgaire, c'est-à-dire le contraire du Dandy.
Ch. Baudelaire, Mon coeur mis à nu : journal intime, (1887)
Traducción (p. 8 del enlace):
La mujer es lo contrario del dandi. Debe causar horror.
La mujer tiene hambre, y quiere comer; sed, y quiere beber.
Está en celo y quiere ser f...
¡Qué gran mérito!
La mujer es natural, es decir, abominable.
Además, es siempre vulgar; es decir, lo contrario del dandi.

2.
Otro (auto)retrato de Baudelaire. En la mirada está el principio de la condenación y de la salvación individual.
L’observateur est un prince qui jouit partout de son incognito (Le peintre de la vie moderne, Ch. B.)
Adieu vive clarté de nos étés trop courts! (Chant d’automne, Ch. B.)
 
Se presenta un autorretrato de Baudelaire en la exposición dedicada al escultor romántico Geoffroy-Dechaume (1816-1892).
Me pasa con Baudelaire lo mismo que con otros grandes poetas, que la lectura continuada me satura y solo soy capaz de admirarlos hasta la incredulidad en pequeñas dosis. Hace unos días, buscando en un libro de Semprún  (Adiós, luz de veranos…)  recuerdos suyos sobre la proclamación de la Segunda república española,  me topé con la segunda estrofa de Le beau navire (Cuando vas barriendo el aire con tu gran falda/pareces una hermosa nave que se adentra en el mar/cargada de tela y se balancea/ con un suave ritmo, perezoso y lento). Entonces me olvido de Semprún e intento acercarme a la fuente primera de calor, la misma que me quemó cuando la tuve directamente entre las manos.
Encuentro, además, la noticia de que ha aparecido otro autorretrato de Baudelaire:
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Y me acuerdo de lo que dice Calasso en La folie Baudelaire, que hay una luz Baudelaire que ilumina aquello que mira, como si fuera el verdadero rey Midas de la mirada, aquel que no se deja deslumbrar por el brillo y acierta en lo que ve, más que en busca de la felicidad, a la caza de su promesa, una hermosa sombra nada más. Los autorretratos que hizo,  es eso lo que tienen en común, unos ojos que escrutan, acumulan, parecen dominados por una mezcla de feliz inconsciencia y absoluta determinación, certeramente poseídos.  Mirada ávida y al tiempo extremadamente selectiva, aunque, a menudo, la selección vaya a pasar por filtros inconscientes que la cargan de significados implícitos antes de terminar, si por suerte así fuere, en obra escrita. También en las fotos de él que  han llegado hasta nosotros son los ojos lo que atrae nuestra mirada, como si quisiera recordarnos que antes de la fantasque escrime con las palabras a la que se entregaba a la búsqueda de rimas, estaba la mirada. Por cierto, la ruptura con Jeanne también fue vivida por él como un velo oscuro delante de los ojos (Calasso, ibid, p. 60 de laedición de bolsillo italiana).
Fuentes de los retratos:  2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14, 15. En otros casos, la fuente aparece a pie de foto.
(Auto)retratos:

1.
Autorretrato

2.
Autorretrato

3. Este autorretrato todavía puede verse en la exposición Luces de bohemia, a cuya presencia en el Grand Palais, de Paris, se dedicó una entrada en este blog.

Autorretrato

4.
Autorretrato

5.
Autorretrato

6.


7.

 

8.
baudelaire_literatura_06Fuente












Fotos:






9.


10.



Charles Baudelaire.jpg
11.


12.


13.


14.
Félix et Paul NADAR - Portrait de Charles Baudelaire au fauteuil - Auction

 

 Etienne Carjat - Charles Baudelaire (1821-67) with Engravings, c.1863 (b/w photo)


El retrato de Courbet, Baudelaire, trébuchant sur les mots comme sur les pavés:


15. (Courbet)
Otro retrato:

 Emile Deroy - Portrait of Charles Baudelaire (1821-67)
16. (retrato de Emile Deroy)

3.
Rincón de los escaparates (9). Le vrai dieu
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Je ne passe jamais devant un fétiche de bois, un Boudha doré, une idole mexicaine sans me dire: C´est peut-être le vrai dieu (Charles Baudelaire)

4.
Rincón de los reportajes (4). El observador es un príncipe que disfruta por doquier de su incognito (Baudelaire). De paseo por el Támesis
En el psicoanálisis freudiano el analista puede y quizá debe mantener un tipo de atención que tiene un alto porcentaje de distracción. Creo que lo llaman atención flotante. Ante la maraña de datos que recibe de sus pacientes no le queda otra opción que dejarse ir, permitir que su educada intuición le indique cuándo debe prestar oídos plenos a lo que está escuchando y cuándo puede ahorrar energía. Como si tuviera un detector de inflexiones o de contenidos interesantes debe saber cuáles son los tonos, las dudas, los indicios que pueden llevar a franquear puertas cerradas,  cuáles son los síntomas cardinales. Si no fuera así su procesador se bloquearía por exceso de programas abiertos, tendría que estar atento a todo lo que dicen todos y acabaría loco perdido, saturado, exhausto.  El flâneur, el paseante distraído de la gran ciudad, tal y como nace en el París de principios del S. XIX, comparte durante sus caminatas, ese mismo tipo de atención. La gran urbe, una especie de inmenso Corte Inglés al aire libre, saturaría sus sentidos si no fuera capaz de abstraerse. Su paraíso son los rastrillos temáticos, donde todo es parecido y el tiempo un remanso de paz, hasta que salta la liebre y aparece el objeto, la pieza, que de repente adquiere valor para él, lo tenga o no objetivamente. Pero al flâneur, muy de vez en cuando, también le agrada pasear por ciudades desconocidas, aunque la experiencia sea demasiado exigente y  le lleve a tener que estar escudriñando a su alrededor como un perro de caza –él, que es un afgano indolente cruzado con un schnauzer gruñón. La ciudad extranjera le agota y pocas veces le lleva a descubrir cosas verdaderamente importantes, porque ya se sabe que el que que no busca encuentra. Pero a veces se organizan experiencias de esas que llaman viajes, fines de semana y por la familia se hace cualquier sacrificio.
Pues Iba yo un día andando por la orilla del Támesis (algo, que no se crean, he hecho dos veces en mi vida) cuando, intentando distraerme de tanto reclamo visual, levanté la cabeza al cielo con la intención de preguntar por qué, por qué, aunque no supiera el motivo exacto de mi pregunta. Hete aquí lo que vi:

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Seguramente, solo los letraheridos no creyentes sabemos hasta qué punto las ciudades están llenas de ermitas, santuarios, capillas y en general, lugares de culto: dónde pasó su última noche W. Benjamin, dónde se pegó el tiro Larra, el bar de Benet, las calles por donde pasea Zúñiga…. Yo me dije al verla , esta es la casa que sale en Match Point, y de ahí no me apea nadie, porque, además, lo mismo que veían los protagonistas de esa magnífica versión irónica de Crimen y castigocuando se asomaban al ventanal de la casa regalada por papá veía yo, pero desde el otro lado, el de los no protagonistas de la Historia.

vertical

5.
Otras entradas vinculadas a Baudelaire:
- Olores perrunos
-  Hacer fotos con el móvil: eyephoneography

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