lunes, 9 de diciembre de 2013

Perros que miran a un perro ausente de la imagen. Reedición de entradas

Me voici à ta fenêtre
Tous tes gens me voient ici
Here I am at your window darling
For all your people to see me
J. Taylor, Ananas

Si la historia del arte puede resumirse como un descenso progresivo e irregular desde lo elevado hacia la rhyparographia o “pintura de cosas bajas”, la fotografía cumpliría en esa banalización sin vuelta atrás un papel de primera importancia. La fotos de tono áulico tienen algo de ridículo y su carácter ejemplarizante solo puede entenderse como un intento de perpetuación de los ideales de la burguesía. Quizá resistan un poco las de tema histórico, pero hace falta fe revolucionaria de un signo u otro para creer en la utopías que han sido fotografiadas. Es verdad que gracias a las fotos hemos conocido el mal absoluto. De horror nazi hay mucho testimonio gráfico, pero, como señalaba M. Amis en Koba el Temible (Anagrama, 2004), de las matanzas de Stalin han quedado pocas imágenes.

Francisco Pacheco, maestro y suegro de Velázquez, señaló en el Arte de la pintura  (1649) lo siguiente:

Verdad sea que los peces y aves y cosas muertas más fácilmente se alcanza su imitación, porque en la postura que se elige al principio aguardan todo lo que quiere el pintor y en todas las cosas de comer o beber sucede lo mismo, como en los vasos y frutas; pero, siendo las cosas vivas, peces, aves o animales dan más cuidado al pintor, por haber de hacer los movimientos naturales: los caballos corriendo y relinchando, los perros anhelando, con la espuma y acometiendo a las cabezas de terna (…)

Citado por Calvo Serraller, Francisco, Los géneros de la pintura, Madrid, Taurus, 2005, p., 280.

La fotografía de quien pasea a su propio perro a penas plantea problemas técnicos. Los tirones que da el animal los suple el autofocus incorporado a la cámara del teléfono móvil, dotada de millones de megapíxeles, los suficientes para conseguir que los perritos de hasta el segundo piso de las casas gaditanas no parezcan demasiado pequeños ni demasiado desdibujados al recortar y ampliar. Conseguir expresiones naturales tampoco es difícil con estos bichos tan sinceros algo que al pintor le costaría tanto. Además, desde que apareció el arte fotográfico los pintores realistas podrían decir eso de si hay que ir se va, pero si no, para qué, no merece la pena tanto esfuerzo. En el caso de estas fotos hay que decir que toda la partida se juega entre perros, pues los fotografiados miran al mío y no a mí. Yo hubiese querido tomar también la instantánea de mi can, Roco, mirándoles a ellos, pero, técnicamente la cosa resultaba imposible y tal vez, para hacer fotos con tanta intención, cuando se empieza a querer cargar de significado la obra proyectando lo interior sobre ella, sea mejor la pintura.

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