viernes, 24 de agosto de 2012

Un diálogo, a golpe de spray, entre King Robbo y Banksy, primero, y entre el team de Robbo y Bansksy, después (I).

 

Otras entradas sobre Banksy y Robbo:

- Un diálogo, a golpe de spray, entre King Robbo y Banksy, primero, y entre el team de Robbo y Bansksy, después (II).

- Un diálogo, a golpe de spray, entre King Robbo y Banksy, primero, y entre el team de Robbo y Bansksy, después (III).

Repubblica se añade a las numerosas páginas web que documentan la pelea grafitera entre el popular Banksy y el menos conocido King Robbo. A partir del momento en que Robbo entró en coma, a consecuencia de un accidente ocurrido el 2 de abril de 2011, su crew tomó el testigo del combate, una suerte de desafío sobre un muro del Regent’s Canal (Candem, Londres), al parecer, accesible solo a través del agua. Como suele ocurrir en las polémicas entre clásicos y modernos, proliferan las acusaciones implícitas o explícitas de traición, venta al mercado, rendición a lo comercial, falta de escrúpulos, falta de fidelidad a los ideales del origen. Eso, por parte de los que se proclaman auténticos, portadores de la llama de la verdad, frente a los considerados innovadores. La polémica entre Robbo y Banksy no es antigua, se remonta a 1985, aunque en realidad, el pistoletazo de salida lo dio este último en 2009, cuando cubrió la obra del otro (fotos 1 y 3). No es esta una polémica con  muchos años, pero tiene el perfume de los clásicos conflictos entre hermanos putativos o de sangre, competencia, amor y odio, respeto y provocación, con tantos reproches de por medio. 

La historia, como decía, se remonta a 1985, año en el que King Robbo realizó la siguiente obra, que en la foto aparece ya deteriorada:

Londra, continua la 'guerra' tra Banksy e Robbo

 

La misma obra, más deteriorada, en 2006:

Londra, continua la 'guerra' tra Banksy e Robbo

 

Banksy, en 2009, le aplicó uno de sus sugerentes esténciles, una intervención llena de ironía, quizá no tanto sobre K. R. como sobre el destino de los grafitis, condenados casi siempre a desaparecer. Un trabajador aparece cubriendo con papel encolado la obra original, convertida a su vez, según se puede ver en el ángulo superior derecho, en tiras de papel pintado:

Londra, continua la 'guerra' tra Banksy e Robbo

 

Dos semanas más tarde, Robbo sale de su retiro, para retocar la obra de Banksy. El mismo trabajador de antes parece haber escrito la firma de K. R., pero no con los colores del original, sino respetando los tonos de la intervención de Banksy. Robbo ha aceptado parcialmente el juego, pero modificándole el sentido. El rollo de papel que sujetaba el trabajador de Banksy ha desaparecido. Se mantiene, sin embargo, el cubo. Bajo la rejilla de aireación aparece una firma del Team Robbo, antes ausente.

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File:King Robbo.jpg

 

La respuesta de Banksy consiste en un calembour a partir del nombre de King, que se ha convertido en Fucking, el autor de la intervención ha mantenido la caligrafía de K. R.:

Londra, continua la 'guerra' tra Banksy e Robbo

 

El 8 de abril de 2010, K. R. reivindica su nombre original. La intervención parece consistir en recubrir la especie de prefijo peyorativo. El tono de la pintura es ligeramente distinto al del resto, pero el trabajo está hecho con primor, como demuestra que el asa del cubo no haya recibido daños:

Londra, continua la 'guerra' tra Banksy e Robbo

 

El 13 de abril de ese mismo año, la pared aparece pintada de negro:

Londra, continua la 'guerra' tra Banksy e Robbo

 

Continuará

jueves, 23 de agosto de 2012

Lecturas de verano 2012 (XVI). Museos para los niños

 

Me ha ocurrido a menudo encontrarme con niños en los museos. Los suelen llevar sus padres con la idea de que sus hijos van a aprender divirtiéndose. Además, mucho museos, como el de la foto, están concebidos siguiendo claros criterios didácticos. A menudo, no contienen piezas de gran valor, pero si se tiene la paciencia de ir mirando atentamente las fotos y videos y de ir leyendo los paneles explicativos, se puede aprender mucho.

El acto de llevar a un hijo pequeño a un museo pertenece a esa gama de comportamientos en los que el brillo de la  intención oscurece las condiciones de su cumplimiento, seguramente condenado al fracaso. Quiero decir, que el final de las visitas suele ser amargo, porque el niño no tiene la paciencia suficiente para colmar las expectativas paternas y, más allá de lo anecdótico, no suele interesarse por lo expuesto, aunque se lo presenten con el azúcar de las aulas didácticas, los lápices para pintar o los instrumentos para que se haga una idea de cómo se llevaba a cabo tal o cual actividad.

Personalmente, en los museos busco fogonazos de interés, encuentros felices con objetos insospechados, con matices imprevistos, antes que un seguimiento sistemático de una tendencia, corriente o aspecto. Creo que a los niños les pasa algo semejante. De repente, pueden quedarse maravillados ante un algo, pero difícilmente son capaces de seguir con atención un desarrollo sistemático, como proponen estos los museos enfocados hacia la enseñanza.

Y los adultos se desesperan, piensan en las pocas visitas culturales a las que les llevaron sus propio padres, sienten que sus hijos no son el reflejo de sus deseos, y, a veces, incluso, robando el espacio natural a sus criaturas, se enfurruñan, como parece ocurrir en la foto, fingiendo, además, un excesivo interés por lo que podrían leer a solas, en casa, si de veras les interesara tanto.

En la imagen, una niña merodea a lágrima viva en torno a un adulto, abstraído en la lectura de un panel. La actitud inclemente del adulto, unida a los berridos de la pequeña, son un ejemplo de hasta qué punto una visita a un museo puede convertirse en una experiencia poco placentera para sus protagonistas y para otros visitantes, entre los que me cuento.

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Foto del Museo de la naturaleza y el hombre (Santa cruz de Tenerife)