jueves, 10 de mayo de 2012

¿Dónde estará ahora el golem maño? Escenas de Praga en Zaragoza.

“Zaragoza no suelta. No nos suelta a nosotros dos. Esta mamaíta tiene garras. Hay que adaptarse o… deberíamos prenderle fuego en dos puntos, El Pilar y la Torre del agua, y así sería posible liberarnos. Piénsatelo un poco hasta el carnaval” (Pseudo F. Kafka en carta a Oskar Pollak, 1902 –citado por Ripellino Angelo Maria, Praga mágica, Julio Ollero editor, 1991, p., 19).

El  golem de Zaragoza se ha ido quizá para no volver:

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El golem  (Jorge Luis Borges)

Si (como el griego afirma en el Cratilo)
El nombre es arquetipo de la cosa,
En las letras de rosa está la rosa
Y todo el Nilo en la palabra Nilo.

Y, hecho de consonantes y vocales,
Habrá un terrible Nombre, que la esencia
Cifre de Dios y que la Omnipotencia
Guarde en letras y sílabas cabales.

Adán y las estrellas lo supieron
En el Jardín. La herrumbre del pecado
(Dicen los cabalistas) lo ha borrado
Y las generaciones lo perdieron.

Los artificios y el candor del hombre
No tienen fin. Sabemos que hubo un día
En que el pueblo de Dios buscaba el Nombre
En las vigilias de la judería.

No a la manera de otras que una vaga
Sombra insinúan en la vaga historia,
Aún está verde y viva la memoria
De Judá León, que era rabino en Praga.

Sediento de saber lo que Dios sabe,
Judá León se dio a permutaciones
de letras y a complejas variaciones
Y al fin pronunció el Nombre que es la Clave.

La Puerta, el Eco, el Huésped y el Palacio,
Sobre un muñeco que con torpes manos
labró, para enseñarle los arcanos
De las Letras, del Tiempo y del Espacio.

El simulacro alzó los soñolientos
Párpados y vio formas y colores
Que no entendió, perdidos en rumores
Y ensayó temerosos movimientos.

Gradualmente se vio (como nosotros)
Aprisionado en esta red sonora
de Antes, Después, Ayer, Mientras, Ahora,
Derecha, Izquierda, Yo, Tú, Aquellos, Otros.

(El cabalista que ofició de numen
A la vasta criatura apodó Golem;
Estas verdades las refiere Scholem
En un docto lugar de su volumen.)

El rabí le explicaba el universo
"Esto es mi pie; esto el tuyo; esto la soga."
Y logró, al cabo de años, que el perverso
Barriera bien o mal la sinagoga.

Tal vez hubo un error en la grafía
O en la articulación del Sacro Nombre;
A pesar de tan alta hechicería,
No aprendió a hablar el aprendiz de hombre,

Sus ojos, menos de hombre que de perro
Y harto menos de perro que de cosa,
Seguían al rabí por la dudosa
penumbra de las piezas del encierro.

Algo anormal y tosco hubo en el Golem,
Ya que a su paso el gato del rabino
Se escondía. (Ese gato no está en Scholem
Pero, a través del tiempo, lo adivino.)

Elevando a su Dios manos filiales,
Las devociones de su Dios copiaba
O, estúpido y sonriente, se ahuecaba
En cóncavas zalemas orientales.

El rabí lo miraba con ternura
Y con algún horror. ¿Cómo (se dijo)
Pude engendrar este penoso hijo
Y la inacción dejé, que es la cordura?

¿Por qué di en agregar a la infinita
Serie un símbolo más? ¿Por qué a la vana
Madeja que en lo eterno se devana,
Di otra causa, otro efecto y otra cuita?

En la hora de angustia y de luz vaga,
En su Golem los ojos detenía.
¿Quién nos dirá las cosas que sentía
Dios, al mirar a su rabino en Praga?

El aniversario del final de la Segunda guerra mundial. Fotos de cementerios de guerra.

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Se acaba de celebrar el aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial, el VE Day (Victory in Europe). La noche del 8 al 9 de mayo de 1945 el general Wilhelm Keite firmó la capitulación del ejercito nazi en Berlín. Lo que pasó en aquellos años en Alemania, antes y durante la guerra, sigue siendo objeto de interés no sólo por parte de los historiadores académicos. Grandes escritores, testigos más o menos directos como Hans Magnus Enzensberger (Hammerstein o el tesón, Anagrama, 2011), siguen manteniendo vivo el interés por desentrañar el fenómeno nazi. Hay siempre en quien intenta entender cómo fue posible que entre otras cosas cerca de seis millones de judíos murieran en el Holocausto una especie de estupor, de perplejidad ante lo que no cabe sino aceptar como un hecho más del horror, tan presente en la historia de los hombres. No toda la élite del poder en Alemania se sumó a él. El libro de Enzensberger es la crónica de una resistencia a secundar los ideales nazis por parte de uno de los jefes supremos del ejercito alemán. Si la historia avanza a fuerza de colectivos, es el individuo, su dignidad entendida como un compromiso individual insobornable, un poco en los términos de los héroes de Coetzee, la que lava los trapos sucios de la barbarie.

El final de la guerra supuso el inicio de un periodo de prosperidad en Europa occidental, caracterizado por los avances en los derechos civiles y la igualdad entre las personas. El estado del bienestar, hoy tan amenazado, nació de aquellos campos de batalla en los que miles de soldados dejaron su vida. Cristianos, comunistas, socialistas, liberales, anarquistas, demócratas, soldados sin más, obligados a luchar, pero en un bando que  intentaba derrocar la barbarie nazi, llenaron los cementerios de guerra. España, otra vez, fue una anomalía. Aquí seguía habiendo muertos por causas políticas, pero eran fruto de la represión franquista. Que a aquello pueda llamársele holocausto es dudoso, pero que la represión no escatimó esfuerzos en borrar el pasado republicano, socialista, comunista, anarquista y hasta liberal, es indudable.

He aquí una galería de fotos de los cementerios de guerra italianos. Pertenecen a una exposición, 'Ci resta il nome', que puede visitarse hasta el 25 de mayo en Sesto San Giovanni, en las cercanías de Milán:

(fuente de las imágenes)

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Y dos fotos del monumento que en el cementerio zaragozano de Torrero recuerda a las víctimas del franquismo hasta los años 50:

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El gallo Melmoth: Dignidad y figura hasta casi la sepultura, antes muerto que sencillo.

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martes, 8 de mayo de 2012

Muere Maurice Sendak


El escritor e ilustrador americano M. Sendak ha muerto hoy a los 83 años de edad. Considerado un clásico de la literatura infantil y casi diría de la cultura popular en los Estados Unidos, es conocido fundamentalmente por su obra Donde viven los monstruos (Max et les Maximonstres, en francés y Where the Wild Things Are, en su título original), publicada en 1963. En ella, irse a la cama sin cenar, el castigo a que es sometido Max, el niño protagonista, da pie a un viaje imaginario en el que, vestido de lobo, el pequeño llega a ser rey de los monstruos antes de volver a casa desde la isla en la que se había refugiado. Los monstruos de Sendak, a medio camino entre la pillería y la bondad, la torpeza y la fiereza, poseen un innegable encanto visual, como si hubieran sido dibujados por un gran pintor, como si fueran bromas privadas de Picasso o Chagall, como si el Minotauro se hubiese escapado de la Suite Vollard y hubiese perdido carga trágica para dejarse domesticar por un niño, como si el niño castigado por su madre fuera un pequeño Ulises que se topa con una Circe traviesa. 
Mi recuerdo es de la vieja edición de Alfaguara, que nunca tuve, porque, no recuerdo bien, quizá ya era algo mayor cuando lo tradujeron.  Un libro como ese ya no era para mí, pensaba,  pero cuando veía a los monstruos que encerraba se me caía la baba.








Picasso, Suite Vollard (Minotaur Caressant une Dormeuse)




Una ilustración de Sendak y El sueño de Constantino (P. della Francesca)

lunes, 7 de mayo de 2012

Tremendo y mortal combate de Amadís con la Belle sans merci en un bar de la ciudad.

De la simpar escaramuza que acabó con la vida, aunque no con el deseo de Amadís.

Ella tenía unos ojos muy hermosos  y se acercó a Amadís dudando si despreciarle o hacer de él dos pedazos,  tres a lo sumo. Amadís, a pesar de su escasa agilidad, intuyó el golpe y dudó si dejárselo dar. Al fin, quiso esquivarlo, pero fue alcanzado con la punta de una mirada y, por su parte, apenas consiguió dejar un leve rasguño en la dueña de aquel hombro que hubiese querido besar. Ella, por la saña que tenía, por el disgusto que llevaba, por la difícil vida que le había tocado, por lo mucho que le gustaba el drama, no sintió el arañazo y volviéndose a Amadís le clavó los ojazos en la cara  y lo derribó a tierra, con el vaso y todo de gin tonic a medio beber. Recobrado, sin embargo, Amadís  le rasguñó con otra mano el brazo al tiempo que decía “qué perra eres, coño” y la intentó pellizcar  y casi le hirió las carnes, que el alma era de pedernal. Ella pugnó por arrancarse el pellizco, pues, por raro que parezca, bien que lo había notado y, por ende, parecía,  por lo menos desorientada. Amadís, aunque en el fondo gustaba de su propia

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herida de amor, también procuraba arrancar de su ser aquella presencia extraña. Fue entonces, a resultas del esfuerzo, cuando perdió pie y dio con su cuerpo y otro gin tonic en un precario taburete. En ese momento su suerte hubiese quedado en manos de Ella, si no hubiese sido por un repentino empujón de otro de uno de sus cortesanos, que quizá celoso, quizá sólo torpe, de un empentón le hizo  hincar a ella un rodilla en tierra. Procuró no soltar la birra, pero no pudo ser. Amadís, mientras tanto, se había reincorporado y quiso ir contra Ella. Así fue,  le dio un golpe tan fuerte en la cabeza que le hizo saltar el yelmo y parte de su armadura, una de las mejor trabajadas del barrio. Al verla tan cerca y sin maquillaje creyó que podría cortarle la cabeza. Y de hecho le cortó los pelos a cercén, pero no acertó con la carne tolenda y la negra mirada, que era lo que a él le traía a mal traer. Ella entonces se apartó y Amadís, sin soltar el mechón, con el impulso que llevaba  dio en tierra sobre una mesa y se quebró por la mitad, él y la mesa.  Ella se tentó la cabeza por ver si estaba seriamente herida. Al no sentir nada de nada fue en un último esfuerzo con los ojos enhiestos contra Amadís, que, partido en dos como estaba, comenzó a temblar en el suelo, y le dio un golpe tremendo en el corazón.  Amadís se agitó con la angustia de la muerte y finó, él, su blog, su facebook y todo cuanto poseía.

A esa sazón, el padre Amadís, venido desde el más allá, se había inclinado sobre su hijo y con sus manos trataba de detener la sangre de sus heridas. Cuando lo vio muerto, empezó a blasfemar.

Ella le dijo:

- Desesperado de Dios y de tu bendita madre, ese que ahí yace ha pagado su  atrevimiento y ganas de juerga.

Y, haciéndole quitar las manos de las heridas de su hijo, dijo también:

- En guardia, Vd. también, señor padre, que yo me los meriendo de siete en siete.

El padre no hacía más que maldecir a Dios y a los santos. Ella arrancó la mirada que había quedado clavada en el cuerpo muerto de Amadís, se la puso de nuevo en su cara y sonrió, pero en lugar de acabar con el anciano espectro se fue a su casa a través de la espesura sin más explicaciones.

Los alguaciles pusieron el cuerpo de Amadís en su carreta y qué grandes  eran los ríos de sangre que manaban de allí. Los pocos habitués que habían aguantado el espectáculo lloraban y así fueron contando lo ocurrido por la ciudad de Zaragoza, donde todos quedaron maravillados de las hazañas de Ella.

(Pseudo Amadís de Aragonia)

Perra vida

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Escaparate disparatado, disparate escaparatado

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domingo, 6 de mayo de 2012

¡Oh, luna, qué vergüenza de entrada para unas fotos tan hermosas de ti!

holOciosos retornaron los dioses a su hogar, / el país de la poesía, inútiles en un mundo que, / crecido bajo su tutela, / se mantiene por su propia inercia. / Sí, retornaron al hogar, y se llevaron consigo / todo lo bello, todo lo grande, / todos los colores, todos los tonos de la vida,/ y sólo nos quedó la palabra sin alma (Hölderlin, Los dioses de Grecia)

Lo mismo que no es lo mismo un tubérculo que ver tu culo, tampoco lo es la luna de las fotos que las fotos de la luna, pero la diferencia es menor. El caso es que ayer por la noche, los 25.000 km. menos con respecto a la media que nos separaban de ella se notaban un montón, hasta el punto de que parecía que estuviese en el salón o que el mundo fuera una habitación con vistas. Recojo una galería de fotos de esa luna que, omnipresente anoche , hizo las delicias de quienes pudieron quedarse embobados mirándola. Quizá, entre todos ellos, en algún instante, hubo un contacto, un viento a favor que anuló la lejanía sin por ello invadir el momentazo íntimo de su contemplación. Y es que de la misma manera que todos llevamos un desierto dentro, un mar embravecido, un oasis…también tenemos una luna en el corazón, lo que pasa es que un día se fue, como el resto de los dioses, al país de la poesía y se deja ver poco, no llama a menudo, hasta que de repente manda a parar y dice, ¡aquí estoy yo de nuevo para recordaros que tenéis alma!:

(fuente)

Le immagini della SuperLuna

S. Francisco (ap)

Le immagini della SuperLuna

Atenas (afp)

Le immagini della SuperLuna

Johanesburgo (ansa)

Le immagini della SuperLuna

S. Petersburgo

Le immagini della SuperLuna

El Cairo (reuters)

Le immagini della SuperLuna

Los Ángeles (afp)

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Dresde (afp)

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Minsk (ap)

 

  C. D. Friedrich, Dos hombres contemplando la luna.