domingo, 2 de septiembre de 2012

Penúltimas lecturas de verano 2012 (XVII). Vale más tirarse a gusto por las escaleras que vivir empujado sin darse cuenta. La CT (Cultura de la Transición) es mero entretenimiento.

 

imageEse viernes, se proyectó una de las pocas películas con contenido crítico incluidas en la programación del año. Contaba las dificultades de un matrimonio para seguir adelante en tiempos crisis. El marido, despedido por desavenencias con sus compañeros de empresa, empieza a encabronarse, a amargarse, porque no encuentra otro empleo a la altura de las altas remuneraciones que percibía en el anterior. El tren de vida de la familia debe disminuir. Empiezan dando el finiquito a la interna que les servía y acaban teniendo que mudarse a una barrio de clase obrera. La mujer pasa de trabajar por gusto a media jornada, a pluriemplearse a jornada repleta por obligación. Las relaciones de pareja se resienten, la desesperación hace mella en  el matrimonio y ella es infiel al marido con uno de sus nuevos jefes. Al final, los protagonistas se reencuentran, decididos a preservar su unión contra el viento y marea de la crisis.

La película, cuyo título ni recuerdo, no es nada del otro mundo, pero, por lo menos, refleja cosas que están pasando, recoge los efectos de la crisis sobre la vida diaria. Acaba empalagosamente, con un final que no está a la altura de la realidad que por momentos parecía querer retratar, pero tiene la suficiente carga de verdad como para inquietar, desazonar, recordar la que está cayendo.

El lunes siguiente aludo a ella, intento trasmitir lo que acabo de explicar. Me encuentro con un muro de rechazo, flota en el ambiente el reproche de que no hay derecho a poner películas como esas, insoportables, dolorosas, que, “dan una tras otra”, en palabras del estudiante que seguramente vive peor del grupo, uno que me da la impresión de que curra mucho y en malas condiciones. Me dicen que lo que quieren es reírse, pasar un buen rato. Les digo que el tipo de comedia que se proyecta habitualmente harta al cabo de diez minutos, es totalmente previsible, tópica, aburrida, prescindible. Hablamos de Benigni, del cine que más les gusta y no parece que estemos de acuerdo en casi nada, salvo en el hecho de que existen grandes películas, de que en la pantalla se puede producir el milagro del arte que resume, como ninguna otra cosa, las verdades de la vida. Pero, de nuevo, a la hora de poner ejemplos, media entre nosotros un abismo. El mismo estudiante que más se ha quejado de la película sobre la crisis a la que antes me refería, me da un ejemplo de una gran película, Intocable (Intouchables, 2011). Al poco, la veo y soy incapaz de llegar al final. Me resulta falaz (por más que distintas personas me insistan en que se trata de una obra basada en hechos reales), sobreactuada, ridícula por momentos, demagógica en extremo, dulzona, tan previsible como tópica, bajo apariencia de originalidad.

Y me pregunto si experiencias como la narrada son fruto de la llamada CT (Cultura de la Transición), de esa cultura aproblemática, que más que ahondar en lo real, lo enmascara, vive de espaldas a cuanto revele su cara menos amable.

Hace no mucho, cuando llegó a Madrid la marcha minera de julio pasado, hubo unas cargas policiales en Callao contra un grupo de manifestantes. En la misma plaza, otro grupo de jóvenes hacía cola ante los Cines Callao para asistir a una proyección del Mula Festival. En un momento dado, la policía cargó contra quienes esperaban a la puerta del cine. Los gritos de protesta no se hicieron esperar. Uno de ellos fue: “¡Esto es cultura, hombre!” (minuto 1’37 del video), como queriendo decir que la cultura debe ser considerada intocable, está por encima de los conflictos, más allá del bien y del mal, es puro entretenimiento, quizá el mejor que hay, porque, además está teñido de prestigio.

Esa cultura inocente no es la cultura verdaderamente democrática, necesariamente crítica, sino la del poder interesado en distraer, en adocenar, “un invento del gobierno” (Sánchez Ferlosio) , de los muchos gobiernos que se han sucedido desde que se instauró la democracia en España y que en conjunto han conseguido que, en palabras del mismo autor, a la mera palabra 'cultura'  (se le cuelgue) impropiamente una connotación valorativa de cosa honesta y respetable.

No es de extrañar  que de vez en cuando a alguno se le vea el plumero y se le escape la verdad, como al portavoz de Hacienda, que hace poco justificaba la subida del IVA de las actividades culturales por considerarlas “entretenimiento”, con el consiguiente escándalo de la Unión de Asociaciones Empresariales de la Industria Cultural Española. Seguramente, la idea de cultura de los empresarios culturales y la del portavoz del ministerio de Hacienda no difieren tanto en el fondo, salvo por lo que se refiere a detalles como el IVA o las subvenciones a algunos productos. Quizá lo que las declaraciones del portavoz de Hacienda dejan entrever es que hay otra cultura distinta, más allá también de la alta cultura, tan aburrida para la inmensa mayoría y que sin duda no es la que esperaban consumir los jóvenes de Callao. Me refiero a una cultura democrática en el mejor sentido de la palabra y que visto lo que está ocurriendo que más que entretener debe cuestionar, una cultura militante, crítica, en un sentido u otro, pero no complaciente, una cultura que no ponga la guinda podrida al pan y circo, sino que trate de analizar la realidad.

 

Pero hoy me ataca un pesmismo (pesimismo aragonesista) septembrino que me lleva a valorar, casi a proponer, una caída colectiva por las escaleras, antes de que nos empujen y perdamos esa sensación tan grata de hacerlo porque queremos, no porque non lo hayan dicho:

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Fotos de la exposición “Hacer el fracaso”,  de Daniel Cerrejón Calzada (Inéditos 2012, La Casa Encendida, Madrid)

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- Lecturas de verano (2010)

- Lecturas de verano 2012 (I). Amor con hache.
- Lecturas de verano 2012 (II). La edad de oro de las subvenciones.
- Lecturas de verano 2012 (III). Dieta de adelgazamiento del estado.
- Lecturas de verano 2012 (IV). Noli me tangere: neodespotismo ilustrado.
- Lecturas de verano 2012 (V). Exposiciones (I).
- Lecturas de verano 2012 (VI). Exposiciones (II). Nacho Criado, el peso de la imagen.
- Lecturas de verano 2012 (VII). Exposiciones (III). ¡…y no estabas tú!
- Lecturas de verano 2012 (VIII). Feisbuquización de muro de cemento
- Lecturas de verano 2012 (IX). Exposiciones (IV). Malos días para la tristeza
Lecturas de verano 2012 (X). Perroposiciones entre las flores, según la RAE
- Lecturas de verano 2012 (XI). Exposiciones (V). Neo dandismo
- Lecturas de verano 2012 (XII). Lecciones mineras
- Lecturas de verano 2012 (XIII). Fomento de la (contra)cultura. Éramos unos niños, de Patti Smith. Pequeña reseña y un fragmento ilustrado. Rodilla herida por un rayo
- Descanso parcial de las lecturas de verano 2012 (XIV). Dormir y leer entre horas. Come on, shut up, why don’t you sleep with me?

- Lecturas de verano 2012 (XV). Pelarse al sol o con pegamento Imedio. 243 postales a todo color de Perec y los despellejamientos de N. Criado que pueden herir su sensibilidad

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