martes, 6 de diciembre de 2011

El capricho de E. Arroyo sobre David vencedor de Goliat, de Caravaggio, cumplido, aunque solo digitalmente.

El sábado pasado, Babelia, el suplemento cultural de El País, publicaba algunos fragmentos de la guía de autor sobre el Museo del Prado que Eduardo Arroyo acaba de publicar (1). En uno de dichos fragmentos Arroyo decía una especie de capricho que, por el tono en que lo expresaba, parecía esconder el deseo de que se convirtiera en una experiencia compartida por sus simpatizantes. Se trataba de girar un cuarto de vuelta un cuadro de Caravaggio, algo tan fácil digitalmente como difícil en las salas del museo.
La sangre pintada por Caravaggio Merisi es más sangre que cualquier otra sangre, escribía yo recientemente bajo el impacto del recuerdo de unos cuadros vistos en Roma, Florencia o Viena. Lo que recuerdo es que aquellos lienzos manaban sin cesar sangre a borbotones. Me llama la atención la sangre espesa, a punto de solidificarse, de los cuadros de Caravaggio, a sabiendas de que, para pintar la sangre, no basta con mezclar en las dosis adecuadas carmín con bermellón. La suya no es sangre teatral, no es sangre cinematográfica, no es sangre de ópera, es sangre de verdad, sangre evocadora de desdichas y la ha visto brotar, pues Caravaggio siempre pinta el crimen a corta distancia. Este pintor asesino está cerca del cuerpo que se desangra. Aunque sabía perfectamente lo que estaba haciendo y lo que estaba pintando, Merisi no pudo escapar y murió solo, abandonado en una playa, recordando tal vez las figuras de su David vencedor de Goliat (hacia 1602, óleo sobre lienzo, 110 × 91 centímetros), que se encuentra en el Museo del Prado. Ante este lienzo, uno escucha el silbido de la espada que atraviesa la carne sin arrepentimientos.
También escribí  que si el conservador del Prado quisiera hacerme un favor -un día de clausura, por supuesto-, me permitiría realizar un sueño recurrente: ver colgado alDavid vencedor de Goliat de modo distinto al concebido por Caravaggio. Su posición ideal sería, para mí, la que permitiera contemplarlo de modo que la cabeza de Goliat se encontrase abajo a la izquierda, y no abajo a la derecha, con lo que haría, de esta manera, la verticalidad horizontalidad. No se trata de un capricho, tampoco de una declaración de menosprecio por el cuadro tal cual es. Si tienen la amabilidad de invertir los planos por un solo día, prometo no volver a reclamar que el cuadro quede colgado según mis deseos.
No creo que la expresión de angustia de Goliat ante la derrota, ni tampoco el estupor frente a la decapitación cambiaran por esa inversión; por el contrario, estoy convencido de que el sentido del enfrentamiento, del combate desigual y de la batalla ganada por el joven David quedaría más claro e impactaría con más fuerza, dándole simplemente un cuarto de vuelta a la escena. El brazo izquierdo y la pierna derecha de David son carnales líneas paralelas que no se encontrarán ni en el infinito; el movimiento del brazo derecho conduce nuestra mirada hacia la cabeza decapitada y el cuerpo dislocado, que hablan intensamente del desenlace del combate singular.
El original:5946428346_a5e064312e
El original girado un cuarto de vuelta:5946428346_a5e064312e
Por los fragmentos leídos en Babelia, el texto de Arroyo no tiene mucho que ver con la otra guía de autor sobre el Museo de Prado que conozco, Tres horas en el Museo del Prado, la de E. d’Ors, de “feliz título” –según el mismo Arroyo- y farragoso texto, tan lejos de la materialidad detallista de la que hace gala la del pintor, quien parece haberse hecho eco de algunas de las características (exactitud, visibilidad) que I. Calvino deseaba para la literatura de este milenio (2).
(1)   Arroyo, Eduardo, Al pie del cañón. Una guía del Museo del Prado, Barcelona, Elba editorial, 2011. 164 páginas. 24 euros.
(2) Calvino, Italo, Lezioni americane, Sei proposte per il prossimo millennio, Garzanti, 1988.

2 comentarios:

  1. Una de las lecturas que me ha iluminado en los últimos tiempos es el libro de Calvino que mencionas. Lo lei con fruición y vuelvo a él para corroborar la vigencia de algunos asertos que han dado respuesta a preguntas que me acompañaban desde tiempo atrás.
    "El siglo de la motorización ha impuesto la velocidad como un valor mensurable, cuyos records marcan la historis del progreso de las máquinas y de los hombres. Pero la velocidad mental no se puede medir y no permite confrontaciones o competiciones, ni puede disponer los propios resultados en una perspectiva histórica. La velocidad mental vale por sí misma, por el placer que provoca en quien es sensible a este placer, no por la utilidad práctica que de ella se pueda obtener. Un razonamiento veloz no es necesariamente mejor que un razonamiento ponderado, todo lo contrario; pero comunica algo especial que reside justamente en su rapidez"

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  2. Hay una relación profunda entre la velocidad mental y el ingenio. Son cosas que necesitan de la rapidez, porque, en caso contrario, no hay estallido (comprensión placentera). Caer en la cuenta al cabo del rato, no es lo mismo que caer en la cuenta al instante, entre otras cosas, porque una trouvée llama a otra inmediatamente y suelen estar ligadas a lo banal del escenario. Lástima que el ingenio, cuanto más improductivo (Marina)más tiende a ser divertido. Tiene, en el fondo, algo de dispendio gratuito.
    Caray, releo y casi me da vergüenza tanta pretenciosidad.
    Saludos.

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