jueves, 20 de enero de 2011

Berluconadas: pero por qué lo llama amor si lo que quiere decir es sexo o al revés

Lo de Berlusconi con las fiestas es el cuento de nunca acabar. Ahora resulta que, según la prensa italiana, llamaba Bunga-Bunga a lo que otros llaman aquí chunda-chunda. Se trataba de fiestas de tono entre subido e muy subido en las que participaban aspirantes a artistas del espectaculo (sic). En un momento dado las señoritas se aligeraban de ropa y se ponían uniformes de policía o ropa de enfermera, pero solo de cintura para abajo.



Vamos, que se quedaban con el pecho al aire y se ponían a bailar como si les fuera en ello la vida. Y si no la vida, por lo menos llegar a fin de mes si que les iba, porque a cambio de los contoneos recibían buenas compensaciones. Al final de la velada, el emperador se quedaba con la elegida y vaya Vd. a saber la de partidas de parchís o de cartas a lo Viridiana que se echaban. El problema más serio de Berlusconi es que una de las invitadas era menor, Ruby, y un día cualquiera le dio por robar. La llevaron a comisaria y hasta allí llegó la llamada del emperador para interesarse por aquella chica. Dijo que era la sobrina de Mubarak y que la pusieran bajo custodia de una de sus acólitas, una de esas azafatas televisivas cuya carrera política ha promovido, Nicole Minetti. A partir de ahí los fiscales hicieron un seguimiento de los hechos, escuchas telefónicas incluidas, y llegaron a la conclusión de que Berlusconi estaba al corriente de que se trataba de una menor con la que habría mantenido relaciones sexuales remuneradas.


Pero, en fin, si alguien está interesado en los hechos puede reconstruir la historia a través de la prensa internacional, que se ha ocupado abundantemente de los detalles de esta sórdida historia en la que, en grandes dosis, se mezcla sexo, poder, dinero, mal gusto, pobreza, infames patrones culturales, vulgaridad y lucha desesperada, demasiado desesperada contra la edad, contra la muerte, contra la soledad. Porque, al final Berlusconi da pena, una pena que aparece incluso en algunas de las declaraciones de las asitentes a las fiestas Bunga-bunaga, una pena mezclada a otros sentimientos menos nobles, pero pena al cabo, por no poder afrontar los postreros años de su vida con la dignidad, la gracia, el señorío de un buen primer ministro republicano, sea de izquierdas, derechas o centro, tenga los gustos que tenga y se divierta como se divierta. Eso sí, sin abusar de su poder ni saltarse la ley a la torera.


Stampa, Corriere della Sera, Guardian, Libération, El País, Frankfurter Allgemeine Zeitung, otros.

Y llegan también ecos menudo de las pasiones que desata este personaje, para bien y para mal. Un ejemplo de antipatía lo han dado los familiares de un anciano, Adriano Alloni, recientemente fallecido a los 80 años. En una de esas grandes esquelas que tanto chocan a quienes visitan Italia han recogido uno de los comentarios que hacía el finado: que le daba rabia irse de este mundo antes que Berlusconi:


El comentario, en habla de la zona de Pavía, aparece como encabezamiento de la esquela: Il nonno riusciva a farci ridere sempre: L´unic dispiasè lè ves andà prima del Berlusca.

Pseudo Romance:


El desdichado Berlusca
yo soy, que rey ser solía;
el que por yerro de amor
tiene su alma perdida,
por cuyos negros pecados
toda Italia es destruida.
Por Dios te ruego, juez,
por Dios y santa María,
que me oigas en confesión
que todo menos finar quería—. (…)


Estando en estas razones
voz de los cielos se oía:
—Absuélvelo, juez,
absuélvelo por tu vida
y dale la penitencia
en su sepultura misma—.
Fuéle luego revelado,
de parte de Dios un día,
que le meta en Arcore


con una culebra viva,
y esto tome en penitencia
por el mal que hecho había. (…)


El Berlusca, de esto poco gozoso,
luego en obra lo ponía.
Métese como Dios manda,
para allí penar su vida;
el juez, muy saía,
mírale el tercero día.
Dice: —¿Cómo os va, buen Berlusca?
¿Vaos bien con la compañía?—.
-Hasta ahora no me ha tocado,
porque Dios no lo quería.
Ruega por mí, juez,
porque nunca acabe mi vida—.


El juez lloraba,
gran compasión le tenía;
comenzole a consolar
y esforzar cuanto podía.
Después vuelve el ermitaño
a ver ya si muerto había.
Rogaba a Dios a su lado
todas las horas del día.
—¿Cómo te va, penitente,
con tu fuerte compañía?—.
—Ya me come, ya me come,
por do más pecado había.
en derecho al corazón
fuente de mi gran desdicha—.


Las campanas del cielo
sones hacen de alegría;
las campanas de la tierra
ellas solas se tañían;
el cuerpo del penitente
para los cielos de dicha subía.


Speudoromance del emperador Berlusca

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