domingo, 31 de octubre de 2010

Un buen retrato de Marcelino Camacho

He aquí un fragmento del retrato que Juan Carlos Jiménez, el autor del texto de presentación a la recientemente clausurada exposición de Amnistía Internacional, hace de Marcelino Camacho, con quien compartió algunos momentos de su vida:

En México fue recibido con un mito. Y realmente lo era. En aquel viaje me di cuenta de la admiración con la que se le veía en el resto del mundo. Marcelino era para el movimiento sindical internacional lo que Nelson Mandela, salvando pocas distancias, ha sido para el movimiento pro derechos humanos. Un símbolo de la resistencia antifranquista y de la lucha obrera. Y recuerdo que pensé que era imposible no ser un poco vanidoso, viviendo siempre en esa especie de olor a santidad.

De aquel viaje, que luego relaté a mis amigos con ironía desmitificadora, recuerdo a Marcelino, que acababa de escribir sus memorias de nerudiano titulo, "Confieso que he luchado”, contando a todo aquel con el que se encontraba las mismas historias, y narrándolas de idéntica forma.

Recuerdo que me sorprendía ver a Marcelino, imperturbable, dando por terminadas las conversaciones o reuniones, por muy interesantes que resultasen o muy abrupta que fuese la interrupción, aproximadamente a las nueve de la noche para ir a la habitación de su hotel a descansar.

Y, en justa correspondencia, le recuerdo despertándome muy temprano por las mañanas para ir a desayunar y leer los periódicos. Yo he leído siempre El País de cabo a rabo, Marcelino leía media docena de periódicos mexicanos cada mañana.

No era extraño que en esos desayunos se le quedase mirando alguna pareja de españoles que se hallaba en plena luna de miel y creían reconocerlo. Marcelino, como le había visto hacer tantas veces en Madrid, con educación y cercanía, se levantaba, les estrechaba la mano y se presentaba: "hola, soy Marcelino Camacho". En México, en estas ocasiones, Marcelino añadía alguna explicación sobre los motivos por los que se encontraba allí, que yo, malévolamente, achacaba a su necesidad de que nadie creyese que se encontraba allí de vacaciones o haciendo turismo: "y estoy aquí para dar una conferencia sobre la revolución científico técnica, ya sabéis,… una revolución que está cambiando el papel del trabajador, sin eliminar su explotación….” E, inmediatamente, me señalaba a mí, que me encontraba silencioso dos o tres metros detrás de él y trataba también de justificar mi presencia, no fuese a ser, continúo siendo malévolo, que nos confundiesen con una pareja en luna de miel: "y el compañero, de la Federación de Enseñanza, también tiene una ponencia sobre la reforma educativa", mientras yo, tímidamente, sonreía y saludaba a los recién casados…

J.C. Giménez

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