martes, 18 de mayo de 2010

The long and winding road that leads from a kind of cloth, a diminutive form of "toile", a word still used to describe a type of linen, to the lavatory itself.

Alguien con buen ojo habría dicho nada más verlo que, después de haber hecho casi de todo en su vida y de haber conocido no pocos ambientes y gente de variado jaez, acabaría por sentar sus posaderas en una buena habitación de la casa. Y a sí ha sido.

Un libro de Bill Bryson (http://www.booksattransworld.co.uk/billbryson/) cuenta, entre otras muchas cosas, la historia del retrete, o mejor dicho, la historia del término inglés “toilet”. The Guardian se hace eco en una reseña (http://www.guardian.co.uk/lifeandstyle/2010/may/17/bill-bryson-toilet). He aquí un fragmento sobre los cambios metonímicos de significado que ha sufrido la palabra a lo largo de su vida hasta llegar a su destino final, porque ya no podía más de aguantarse:

Originally, in about 1540, it was a kind of cloth, a diminutive form of "toile", a word still used to describe a type of linen.

Then it became a cloth for use on dressing tables. Then it became the items on the dressing table (whence "toiletries"). Then it became the dressing table itself, then the act of dressing, then the act of receiving visitors while dressing, then the dressing room itself, then any kind of private room near a bedroom, then a room used lavatorially, and finally the lavatory itself. Which explains why "toilet water" in English can describe something you would gladly daub on your face or, simultaneously, "water in a toilet".

At Home: A Short History of Private Life, by Bill Bryson , 544pp, Doubleday, £15.99

pull Un tirador de cadena de baño de cerámica esmaltada, parecido al que aparece en la foto de The Guardian, pero adquirido en el rastrillo de la Plaza de san Bruno.

Al hilo de esta entrada, he aquí un enlace a unas fotos de baños de hoteles de lujo (http://viaggi.repubblica.it/multimedia/pinguini-arte-astratta-quando-l-albergo-si-ricorda-per-la-toilette/24701704/1/1). No hace falta que sea un hotel de lujo para aceptar que una de las cosas que más preocupan cuando se va a un hotel sea el baño, individual o compartido, en la habitación o en el pasillo. Y es que es fácil reconocerse en el baño, proyectar en su apariencia lo que se es y también lo que se quiere ser, Seguramente, uno de los síntomas del periodo de derroche que ha caracterizado la economía española en los últimos años ha sido la importancia que han adquirido las cocinas y los baños, en particular las reformas que convertían a esas dos piezas en las estrellas de las casas. A ponerse un baño puesto que te cagas y una cocina de diseño, era casi lo mínimo a lo que podía aspirar el españolito que participaba en la bonanza. Y es que lo perteneciente a esa zona íntima que ante una eventualidad puede pasar a ser pública es lo que mejor nos representa, tanto en términos narcisistas como en términos sociales. Recuero aquella estupenda anécdota que contaba creo que Juan Cueto sobre el baño de un chalet de un franquista que había sido decorado con cruces gamadas y al que Cabrera Infante llamaba el Cuarto Reich.

He aquí alguna de las fotos de la selección de baños de hotel que ofrece Repubblica en el enlace antes citado:

"Felicità, cuando entro en el baño lo que yo siento es felicità, felicità..."

1274357742997_nmhotelsingaporeblisssuite-leemeiling_lr[1]

Il New Majestic di Singapore

Una stanza da bagno del Jardins Secrets di Nimes, Francia del Sud

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Lo Standard di Miami, Florida

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